sábado, 19 de marzo de 2011

Tsunami en Japón; Crying for Japan

El 11 de marzo de 2011 será recordado por uno de los días más trágicos de la historia de Japón. Serían, aproximadamente, las tres menos cuarto de la tarde, hora en la que muchos japoneses estarían finalizando sus ocupaciones y dirigiéndose a casa, cuando de repente la tierra se estremeció.

Sus genes, desde que nacen, los tienen configurados para este tipo de situaciones, un temblor más en sus vidas, pensarían. Pero fue a los pocos segundos cuando notaron que algo no marchaba bien. Ellos tienen un sexto sentido, como si sus pieles estuvieran llenas de pequeños sensores, que han ido mejorándose con la experiencia y con el paso del tiempo, y que les indican cuando algo es más serio de lo normal y esa mañana la alarma se activó.

El terremoto, que sacudió toda la isla como si de una frágil barca luchando contra una enorme tormenta se tratase, trajo consigo una infinidad de daños en las infraestructuras del país, pero lo peor estaba aún por llegar.

Tras numerosas réplicas, algo comenzó a divisarse desde la costa japonesa. Un enorme “monstruo” líquido se acercaba a Japón, y como si Zeus saliera del mismísimo mar, unas enormes olas alcanzaron tierras niponas. El susto podría haber quedado ahí, y evitar que esta escena nos volviera a recordar a la tragedia de Haití, pero las olas entraron arrasando con todo a su paso; casas, coches, barcos, sueños y miles de vidas.



Estas escenas hemos podido vivirlas desde todos los puntos del planeta, paradójicamente esa misma mañana las mejores cámaras de marcas japonesas grabaron la destrucción de su tierra natal, aquella que les dio la vida y que las vio crecer.


Tras la tempestad, en este caso no ha llegado la calma. Miles de personas viven con el miedo que les produce sentir las réplicas, pues no saben si volverán a salvar su vida por segunda vez.

Miles de personas heridas, muertas y desaparecidas, cifras que ponen de luto al punto tan característico de la bandera nipona, cifras que nos hacen llorar una vez más por el suceso realmente trágico.

Este hecho trae y traerá consigo numerosas consecuencias; las bolsas están cayendo en todo el mundo debido a que Japón era uno de los grandes, el mercado con Japón comienza a quedarse bloqueado, cuando aparezcan los muertos comenzaran a brotar enfermedades, miles de familias que vivían en situaciones complicadas se verán aún peor, las familias que tienen algún familiar en tierras niponas viven con la incertidumbre de que ocurrirá como la de un servidor y quizás uno de los hechos que más nos afectan a todos, los daños en varias centrales nucleares.



No podemos cerrar los ojos ante este problema y pensar que como está lejos no importa lo que ocurra, porque nos estaremos equivocando y como consecuencia estaremos cavando nuestra propia tumba. Estos gases que salen a la atmósfera, por supuesto que afectará en primer lugar y más gravemente a los propios japoneses, pero el gas asciende a la atmósfera y viajará sin rumbo afectando a la vegetación, animales y seres humanos que se cruzan por su camino.
Un ejemplo bastante claro es que en Rusia algunos pueblos cercanos a la zona de Japón han tenido que ser evacuados porque el nivel de radiación ha ascendido, en China los ciudadanos, por el miedo a que llegue a su país, se han agotado los productos necesarios para proteger el tiroides (ya que uno de los canceres que provocan estos gases en este lugar), y EEUU aunque pide la calma sabe que una gran bolsa, “aparentemente” no dañina se dirige a su país.



No sabemos qué ocurrirá, no sabemos si es más grave de lo que unos dicen o si por el contrario, pese a la destrucción que ha traído consigo este tsunami, no es para tanto como dicen otros, no lo sabremos hasta que pase el tiempo, pero de lo que podemos estar seguros es que la risueña cara de los japoneses tardará en volver a mostrarnos su mejor sonrisa.

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