Inmerso en el apasionante mundo de los Sistemas de
Información, Estructuras de Datos, Arquitecturas de Redes, Programación y
Administración de Sistemas, y los Sistemas Inteligentes apenas he tenido tiempo
no solo de escribir en mi amado y querido blog, sino que tampoco lo he tenido
de vivir, respirar o reflexionar.
Aprovechando no sólo que dispongo de unos minutos de
descanso, sino también de lo vivido en las últimas semanas y el sentimiento que
me producen ciertas historias de personas de nuestro alrededor, he decidido hacer
una reflexión para compartir con vosotros.
Vivimos en un mundo herméticamente cerrado, herméticamente
perfecto. Creemos que nuestro camino es inamovible, recto, sin dificultades,
sin piedras con las que tropezar, pero un día todo puede cambiar y eso no lo
tenemos presente. No estamos acostumbrados al cambio.
En las últimas semanas he aprendido una gran cantidad de
cosas que jamás pensé que aprendería, pero que, lamentablemente, tarde o
temprano todos deberemos de asimilar, si no queremos que nuestro camino además de
difícil se haga cuesta arriba.
Y es que un día puede ocurrir algo grave o que te den una
mala noticia que puede afectar a un familiar, amigo o incluso a ti mismo. En
ese momento debemos de estar a la altura de las circunstancias.
Cuando lo que se plantea es una probabilidad hay que aceptar
que es eso, una probabilidad, no una realidad. Debemos estar a la altura que una
simple posibilidad, por mala que sea, requiere. No debemos hundirnos, pues la
probabilidades pueden llegar a no cumplirse y es conveniente mantener la calma
no solo por la persona que sufre sino por uno mismo.
Debemos mostrar entereza incluso en la más profunda de
nuestras entrañas, pues el dolor y el miedo es un virus que se contagia, se huele
y se expande por el aire. No podemos sufrir doblemente, pues puede que esa
probabilidad se convierta en realidad y debemos tener energías para plantarle
cara.
Cuando una probabilidad pasa a convertirse en realidad, el
miedo se adentra por nuestro cuerpo por todos y cada uno de nuestros sentidos.
Notas el frío en tus manos y un nudo que no te deja tragar saliva. Ese momento
es desagradable de vivir pero debemos de coger “el toro por los cuernos” y
enfrentarnos a todo lo que la vida nos ponga en frente. Si por algo los humanos
somos sorprendentes es porque somos unos frágiles valientes.
Muéstrale tu mejor sonrisa a la oscuridad, enséñale el culo
a el miedo, hazle una peineta a la lastima y ponte de pie para abofetear a
quien quiera pausar tus pasos o borrar tu camino.
Tú, más que nadie, eres la luz que ilumina tu propio camino,
así que ¡¡¡brilla, brilla y brilla!!!.
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