viernes, 2 de septiembre de 2011

La aventura de Chiclana (2011)

Fue sólo un viaje de 6 días, pero fueron suficientes para saber que es reír desde que uno se levanta hasta que se va a dormir.

El 25 de Julio de 2011 comenzó el viaje. Éramos dos coches, en uno de ellos estábamos los chicos; Bichaco, Ruso, Mika y un servidor, y el otro era el vehículo de las féminas; Tata, Piluka, y Fatimera.

Día 1.

Consciente de mi debilidad por mantener los ojos abiertos durante trayectos largos (pues marchábamos a Chiclana, Cádiz), tome una pastilla de “Biodramina con cafeína” para evitar no solo las nauseas durante el viaje, sino también para evitar cerrar los ojos, aún así advertí de mi problema como acompañante de viajes, pero pronto Ruso se adelantó en afirmar que el no dormía durante los viajes, así pues uno acompañaría con una larga y extendida conversación al conductor (Bichaco) para evitar una “morriña” general.

¿Qué ocurrió? Me pegué 3 horas hablando sin parar, contando anécdotas graciosas que me habían ocurrido y “descojonándonos” todo el rato, de hecho físicamente el trayecto se nos hizo realmente corto, como un viaje de 1 hora o 1 hora y media, ¿Ruso? Se pasó prácticamente todo el viaje durmiendo plácidamente.

Una vez llegamos a Chiclana y nos asentamos en el piso, cogimos el coche para hacer las compras al archiconocido “Mercadona”. Mientras esperábamos a que las mujeres bajaran (lo de hacernos esperar lo llevan en los genes), Bichaco dijo: “Ahora observareis que esto es la ciudad sin ley”, no hizo nada más que terminar esta frase y casi presenciamos una colisión en una rotonda que se encontraba a escasos metros.

Una vez en el supermercado nos ocurrió otro suceso inquietante, como diría Iker Jiménez, mientras nos repartíamos las misiones, Tata dio un beso a Mika y de repente un anciano, salido de la nada, se acerco a ellos y les dijo: “¡Hombre!, los achuchones en el baile aquí no que hay comida… ahora tengo que irme a otro lado” y se marcho. Esta magnífica intervención nos hizo reflexionar y nos surgieron cientos de cuestiones que a día de hoy no hemos conseguido responder; ¿Beso es lo mismo que achuchón?, de no ser así ¿Qué se hace exactamente en “El Baile”?, ¿La comida se ofende cuando presencia un “Achuchón”?, ¿Por qué aquel señor tuvo que irse para otro sitio?, ante tal acto ¿Compró lo que buscaba en dicha calle o la lujuria le impidió completar su compra?... Lo único que sacamos en claro es que un beso en Chiclana era una auténtica ofensa, así pues si uno de nosotros se besaba con su respectiva pareja nos apresurábamos en advertirles del pecado capital que cometía y recordábamos que si su cuerpo se veía atrapado por el deseo, el único lugar que podía ayudarle sería “El Baile”.

A continuación haríamos un verdadero descubrimiento, la botella de Limón. Bichaco al pasar por las bebidas dijo: “Señores esto vale 0,60 € y está buenísimo porque tiene el sabor de la limonada” no muy convencidos cogimos 3 botellas por si no nos gustaba… a lo largo de estos 6 días pudimos comprar unas 20 botellas perfectamente.

Después de realizar las compras, los chicos nos dirigimos con el coche a la búsqueda de una bombona de butano. Tras preguntar a un “Chiclanero”, localizamos la primera gasolinera, accedemos a su área de servicio, observamos que tiene una estantería llenita de bombonas y nos fuimos con las manos vacías, ya que se nos dijo “las tenemos ahí de colección hasta que nos paguen” o bien este hombre pensaba que íbamos a robarle o era el “coleccionista de bombonas de butano”.

En la segunda si conseguimos nuestro objetivo, pero además un servidor pudo presenciar un intento fallido de doble salto mortal. Un señor se dirigía al interior de la gasolinera, se tropieza y casi pega con los dientes en un “poyete” y un minuto después otro señor repite la hazaña con el mismo resultado.

Tras esta larga aventura, preparamos nuestros bocadillos y nos fuimos a la playa. De este primer día de playa cabe destacar que Ruso, con su famoso lema “yo no duermo”, permaneció dormido desde que llegamos por la mañana hasta que nos fuimos por la noche, salvo una horilla que aprovecho para darse un baño y comer un bocadillo. Pero claro, el sol se mueve y Ruso cuando duerme no, con toda la mala suerte de que la cara la tuvo expuesta al sol durante ¿quién sabe?, ¿horas?, el resultado la cara como un tomate, mareos y más somnolencia.

Cuando llegamos a casa por la noche tuve una mala experiencia con la ducha. Tras asearme fuí a apagar el agua caliente con tal mala suerte que note como se iba poniendo lentamente mucho más caliente. Para contrarrestar giré el agua fría en la misma dirección. El agua salía como si de Islandia viniera, congeladísima.  El frio congeló mis neuronas y en vez de quitar primero el agua fría, cogí y lo cerré. El resultado fue un caño de agua que procedía del mismísimo infierno. Tapándome mi entrepierna con una mano y acorralado en una esquina, traté de llegar a la llave caliente con cuidado, mientras subía la temperatura. El resultado final una quemadura en el hombro.

Ya en casa hasta lo más precavidos contra el sol, como yo, que me embadurné en crema lo menos 5 veces, nos vimos obligados a utilizar after sun. En mi caso, impresionado por la cantidad de liquido que segregaban mis hombros al aplicar dicha crema, deslicé mi dedo índice desde el hombro hasta el cuello para mostrar a Bichaco el resultado de lo recolectado, pero esto finalmente sirvió de descojone para éste, al ver mi semblante serio y mi gesto cuidadoso.

Que hacía calor en esa casa era una realidad, así pues al caer la noche, Bichaco equipado con un ventilador optó por colocarlo a 5 cm de su cara y funcionando a pleno rendimiento (nivel 3).



Día 2.

A las 5 de la mañana una horda de “orcos alados” penetraron en nuestro piso franco y decidieron darse un autentico festín con todo con el que se topaban, esto provocó algo intolerable hicieron que el “señor que nunca dormía” finalizara su siesta de 47 horas y se viera obligado a observar las toallas (a las 5 de la mañana) que estaban secándose (no disponíamos de TDT).
A primera hora estábamos comprando en el “Mercadona” munición letal contra estos depredadores para convertir el piso en una “zona cero”.

Antes de volver a casa, nos topamos con el “churrero cabrón”. Decidimos comprar churros para celebrar nuestra primera mañana de vacaciones y este señor ante la petición de churros de nuestros querido Bichaco, preguntó: “¿Cuantos sois?”, a lo que contesto nuestro amigo: “7”, el churrero frunció el seño y preguntó: “¿De buen comer?” y Bichaco contestó: “Si”, finalmente el hombre sentenció con un: “Se nota… te pondré 1 kilo y medio”. Sí, todos lo pensamos, maldito bastardo no solo se rió de nosotros, sino que además tuvo razón ya que no quedó ni un solo jeringo.

Mientras desayunábamos y trazábamos un plan “anti-mosquitos”, surgió una disputa típica de la convivencia, ¿Quién roncaba Ruso o Bichaco? Jamás sabremos la respuesta.

Si alguien podía estar orgulloso de nosotros en esta aventura, ese era Carlos Arguiñano. Hicimos un menú económico, variado (9 platos distintos para toda la semana), rico y barato, aunque nuestro ojo de cocinero no funciona del todo, por eso nos aventuramos en hacer 2 kilos de espirales de pasta que duraron dos días, muy a nuestro pesar.

Mientras almorzábamos ese día, ocurrió otro suceso para estudiar por el señor Iker Jiménez. El móvil de Bichaco sonó. Había recibido un sms anónimo que decía así: “Maldita paloma”. Un frío estremecedor nos recorrió todo el cuerpo, ¿Quién era ese señor o señora? Y más aún ¿Qué le habría hecho esa paloma?

Para despejar nuestras mentes de tales sucesos decidimos irnos por la tarde a la playa, pero ese día estábamos destinados a ver cosas insólitas. Ese día pudimos observar como nacía un genio de la arquitectura, un niño de unos 10 años de tez “blanco leche” y con un color de pelo rubio “Madonna” nos llamó la atención. El chico estuvo absolutamente todo el día realizando una construcción de arena que iba desde la ducha a un par de metros de distancia. Se trataba de un complejo que trataría de llevar el agua resultante de la ducha hasta una hondonada final. En aquel lugar no había ninguna sombra, por lo que el sudor del esfuerzo era claramente visible desde nuestra posición, algunos niños, envidiosos, trataron de hundirlo pisando parte de su construcción, pero ni el color rojo gamba de su espalda y ni esos miserables iban a poder con aquel niño que sin duda hará que Van der Rohe quede a la altura de una hormiga en el futuro.
En el horizonte una mujer escuálida, con muchas horas de sol encima, a la que apodamos “tetas de pepino”, (se sobreentiende el apodo) se acercó a nuestro nuevo ídolo, observó anonadada tal obra maestra, sin lugar a dudas era su madre. Era una madre orgullosa de su hijo, hasta tal punto que decidió dejarlo con su construcción sin traerle agua con la que refrigerarse o crema solar para no cortar la imaginación de un ser ancestral.

Antes de marcharnos un “marroquí” se acerco para ofrecernos un polo (prenda), llevaba una colección variada… pero se acerco en mal momento. Tata tras beberse una lata de Pepsi como si de una botella de agua se tratara “rugió” de manera colosal, para sorpresa del vendedor. Éste apostilló “¡madre mía!” y se marchó impresionado por lo que había presenciado, sin tan siquiera esperar a nuestra negativa en adquirir una de las prendas que nos ofrecía.

En casa, al caer la noche, Ruso amablemente se ofreció para hacer las hamburguesas para todo el personal. El chico vertió su aceite en la sartén y dejó calentar. Alcanzada la temperatura, por poco salen a guantazos. Tata y Bichaco estaban en la cocina ayudando en la tarea y preparando para poner la mesa cuando Ruso, algo imprudente, lanzó (literalmente) las hamburguesas a la sartén para evitar las salpicaduras del aceite, con tan mala suerte de que las salpicaduras cayeron en la pierna de Tata que grito de lo que quemaba, ese susto sumado a alguna gotita de aceite que llegaron a las manos de Ruso, hicieron que este alejara su brazo del fuego, golpeando con el codo y con gran dureza la espalda de Bichaco, el cual estaba detrás suya y que por poco se come el mueble que tenía en frente de su cara, fue un auténtico efecto dominó.

Con el sofocón de lo sucedido, Ruso se acordó del perol interminable de pasta y se hizo una hamburguesa “italiana” algo insólito para mí, pero nada sorprendente después de todo lo sucedido a lo largo de estos primeros dos días.



Día 3.

Este día estaría marcado en primer lugar por la llegada de nuevos refuerzos como eran los adorables Edu y Estrella, y una desinhibida Marieah.

Nuestra primera misión del día era, como no, ir al Mercadona a por más munición de ese placer ácido. Mientras hacíamos la compra correspondiente, me fijé en una bolsa de polos flash, bastante baratos por cierto, y la deposite en el carro.
Cuando llegamos a casa metí los polos en el congelador. Sí, en aquel en el que los cubitos se congelaban en menos de media hora o donde metíamos algunas botellas de nuestro limón favorito para que tuviera la textura de una granizada, pero los polos no se congelarían hasta dos días después. Este suceso nos llevó a pensar que podrían estar fabricados con la sangre de Chuck Norris o bien que tuvieran anticongelante.

La Quechua (mini tienda de campaña) de Bichaco había causado sensación durante los dos primeros días en la playa debido a su comodidad y simpleza, por eso esa misma mañana, algunos de nosotros, se fueron a por 3 más. Nuestra parcela en la playa era digna de ver y la bautizamos como el “campamento Quechua”.

Para acabar el día que mejor que un torneo de “tenis playa”. Lo más destacable es  que hice pareja con Bichaco, este se movía a lo Djokovic, como un autentico número uno. Pero Bichaco se ponía negro de ver mi lado de la pista liso y para justificarme le dije que mi juego era elegante, a lo Federer. Pero es en este párrafo donde justificaré lo que dije al principio de este día 3 con lo de una “desinhibida Marieah” y es que de ser una persona tranquila se puso a jugar a lo Nadal, lanzándose en la arena cual croqueta, un autentico espectáculo.



Día 4.

El cuarto día, Jueves, comenzó con una partida de Risk que será recordada en los libros de historia. Al frente de los batallones Ruso, Bichaco, Edu, Mika y un servidor. Hubo absolutamente de todo; pactos de no agresión entre Edu y mi ejercito, ataques frontales de Ruso a Edu, ataques familiares entre Bichaco y su cuñado Mika y un largo etc, pero es digno de contar el desenlace de esta batalla épica.

Mi ejército tenía colonizado todo el mundo, excepto América del Norte que formaba parte de mi objetivo, Ruso se inmoló contra Edu en un ataque de ira y la batalla familiar quedó solventada con la victoria de Bichaco y con un solo superviviente. Mientras todos los focos se centraron en Edu y mi ejército, Bichaco fue reclutando lentamente a soldados, hasta que finalmente y con nuestras tropas debilitadas hizo un ataque con el que acabó conquistando 24 territorios de una sola tirada y ganando la partida. Ese día será recordado en los anales de la historia, por el día en que Bichaco se convirtió en Atila el “uno”.

Después de esta partida y de comer, el destino quiso que viviéramos la aventura de las “Calas de Roche”.  Para llegar, en primer lugar, tuvimos que coger el coche durante unos 15 o 20 minutos aproximadamente. Una vez dejamos los vehículos, tuvimos que andar, cual banda de nómadas, durante unos 10 minutos. Cuando llegamos la imagen era indescriptible. Estábamos en un precipicio y abajo del todo una minúscula parte de arena que sin duda nos recordó el significado de la palabra paraíso (además porque había poquísima gente).

La sorpresa fue que tras todo este viaje el acceso a la misma estaba cerrado y el único modo de llegar a ella era que nos convirtiéramos en cabras montesas.
Denegada esta última opción, activamos el plan B que era ir a otra de las calas que estaba algo más concurrida. Tras otros 10 minutos a pie llegamos a una cala que sin duda no nos dejó indiferentes.

Para empezar estaba cargadísima de gente y el terreno de arena era minúsculo, por lo que la distancia con el vecino era absolutamente nula. Pero estos vecinos eran bastante peculiares eran tod@s sacados de una revista de modelos con lo que para nosotros era como ir a Marte. Había decenas de chicas haciendo topless y de tipos musculosos (algunos desnudos), pero hubo uno que nos llamó la atención por encima de todos, ese era el “chico cuadrado”. Este tipo no tenía en su cuerpo una sola curvatura, vestía un bañador blanco tipo bóxer y el “bulto” que paseaba levanta del mismo modo pasiones o estómagos (todo depende de tus gustos).

El oleaje era demasiado fuerte para el baño, el lugar era demasiado estrecho, había demasiada carga sexual por metro cuadrado, los “rastafaris” que vendían refrescos se ponían a poquísima distancia para atosigarte, etc… después de todo eso, vimos una escena que ya nos hizo sentenciar el lugar a algunos de los miembros de la expedición (como Bichaco y un Servidor), algunos de los “vecinos” llevaban a sus mascotas y uno de los perros que vimos, tenía un grave problema intestinal que tuvimos que presenciar, ya que estaba en nuestro radio de visión.

Tras nuestra experiencia (desagradable para algún@s, maravillosa para otr@s) volvimos a nuestro hogar para prepararnos ya que esa noche era la noche del “pescadito frito” y la “bolera”.

Ruso, Mika, Bichaco y su primo “Chiclanero” fueron a por la cena, por lo visto el viajecito no tuvo desperdicio. Estos nos contaron que la cola para adquirir el pescadito era pequeña por qué la gente compraba un kilo de algo o a lo sumo dos y se marchaba, pero estos montaron la gorda. No solo compraron unos 4 o 5 kilos de pescado, sino que además montaron una cola de tres pares de narices.

De vuelta al coche, algunas chicas autóctonas vitoreaban a nuestros machos ibéricos y hasta Ruso se permitió el lujo de coquetear mientras cargaba con un arsenal de pescadito en sus brazos.

Para finalizar el día nos marchamos a una bolera que había en un centro comercial. Allí ocurrieron algunas cosas claramente destacables en las que Bichaco era el protagonista. En primer lugar éste me decía: “Esto ahora mismo está muerto. Lo que mola es que apaguen las luces y pongan musiquita”, y haciendo acto de su premonición, como en el día 1 con lo de los accidentes, nada más terminar la frase se apagaron las luces y se puso música disco, imaginad el cachondeo que se montó.

Bichaco en la primera partida era claro favorito, ya que éste había jugado en repetidas ocasiones, pero quedo lejos de la victoria y esto le superó. En la siguiente partida no estaba dispuesto a perder y de un tremendo bolazo… ¡se cargo una pista!, impresionante.


Día 5.

Este día nos levantamos con algunas sorpresas. En primer lugar fue un autentico espectáculo ver como Ruso desayunaba “puntillitas” de calamares que habían sobrado de la noche anterior, aunque la situación más graciosa fue la de Bichaco.

Este elemento, se acostó con sus auriculares y cuando le entró sueño, se quitó los cascos y los lanzó a su suerte. Al día siguiente, al buscarlos, se dio cuenta de que estos cascos estaban en un cubo de agua que había en la habitación (para evitar humedades). Los dimos por muertos, pero Bichaco con total serenidad se fue al tendedero y allí los colgó depositando en el sol toda su esperanza. Al final del día funcionaban perfectamente y quedaron bautizados como los “cascos acuáticos”.

El ultimo día que estábamos allí Bichaco nos brindó uno de los mejores arroces que nunca antes habíamos probado (un pelín picante, pero bueno bueno). Eso sumado a que a Marieah le encanta el arroz, pues pudimos ver otro fenómeno de la naturaleza que fue verla comer 2 o 3 platos cargaditos.



Esa última noche, tras venir de la playa, apenas quedaba materia prima para echarse a la boca, por lo que tuvimos que improvisar y comernos “bocadillos de huevos fritos” y el resto de sobras.

Día 6.

Al día siguiente, por la mañana, recogimos las maletas y nos fuimos. Repetimos el mismo criterio de distribución en los coches y volvimos a ver como Ruso cerraba sus ojitos, y como yo no paraba de “cacarear”.

Pero algo tenía que ocurrir hasta en este último día. Una llamada desde el coche de las chicas nos hizo pensar que habían pinchado, pero el mensaje fue el siguiente: “No corráis tanto que os estamos perdiendo”… miramos el salpicadero y vimos que íbamos a 100.

Desconcertados mantuvimos la velocidad, aunque subiendo entre unos 20 y 40 km/h la velocidad anterior. Cuando llegamos a Córdoba y soltamos a Ruso en su casa, las chicas iban por Sevilla.

Para acabar tengo que volver a recalcar que fueron solo 6 días, pero fueron suficientes para saber que es reír desde que uno se levanta hasta que se va a dormir. Gracias a todos y cada uno de los miembros de esta inolvidable expedición, pues no solo ha sido el mejor viaje de mi vida, sino que además será inolvidable porque todos eran mis amigos.



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4 comentarios:

  1. GRANDE ! GRANDE ! GRANDEEEEEEEEEEEEEEEE !!!!!!!!!

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  2. Gracias, espero que os guste a todos. Me llevó una eternidad hacer este artículo, pero me sabe a gloria. Un abrazo.

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  3. ¡Que chula la entrada, me he reido un montón! Solo te ha faltado comentar la épica partida de Scatergories, cuando el hermano de Tamara escribió 11/12 palabras con la K, jajaja. Espero que podamos repetir algún año, fue un placer conoceros :-D

    ¡Un beso!

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  4. Que alegría leerte, jajaja el cerebro no me daba para más jajajaja. Seguro que ocurrieron más cosas que no puse, pero todo es volver a planear unas vacaciones y apuntar en una hoja todas nuestras batallitas jejeje, asi tenemos escusa para volver a quedar. Besos y saludos para Edu y para ti.

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