Sí, puedo afirmarlo con total seguridad, hacía mucho tiempo
que había perdido la esperanza en el ser humano. Las continuas noticias de
corrupción, asesinatos a niños y mayores, la injusticia de dejar a una familia,
que pasa por un mal momento, en la calle y sin comida y un largo etcétera, no
hace nada más que alimentar mi creencia de que en el mundo ya no quedan personas
buenas.
La gran mayoría de las personas, entre las que lógicamente me tengo que incluir, consciente o inconscientemente, nos movemos por el propio interés o beneficio y dejamos otros valores lejos de lo que tendrían que ser nuestros principios, nuestra esencia y nuestra forma de vivir.
La gran mayoría de las personas, entre las que lógicamente me tengo que incluir, consciente o inconscientemente, nos movemos por el propio interés o beneficio y dejamos otros valores lejos de lo que tendrían que ser nuestros principios, nuestra esencia y nuestra forma de vivir.
Hasta hace poco había perdido todo atisbo de esperanza,
lejos de la gente que me quiere, mi familia, en que existieran esa clase de
persona que te enseña cosas desde la más profunda bondad y que te pueden hacer
cambiar la perspectiva con la que observar la vida.
Por eso los amigos son tan difíciles de encontrar. Un amigo no solo tiene que ejercer como tal en los momentos buenos y malos, sino que tiene que ser capaz de apoyarte o de decirte que te equivocas rotundamente, tiene que ser una persona capaz de hacer tambalear unos cimientos que tienes fuertemente instalados en tu cabeza, siempre que sea sin intención alguna de obtener algún beneficio, argumentando y respetando tu decisión final.
Detectar a estas personas es bastante difícil, pero afortunadamente, aunque puedo contarlas con los dedos de ambas manos, puedo decir que tengo de esos amigos y por eso, desde aquí, quiero agradecer al destino que existan y que los cruzara por mi camino.
Pero esta reflexión está especialmente dedicada a alguien que, en escasos 4 días, ha conseguido entrar en lo que yo denomino como mis “amigos para toda la vida”. Tomoki, “Moto”, un aventurero japonés que recorre el mundo en busca de encauzar su sueño, ha tenido que venir desde tierras asiáticas y desde una cultura diferente para demostrarme que si existen buenas personas.
Moto me ha enseñado que debemos de luchar por nuestro sueño, independientemente de las dificultades que se nos puedan presentar, de las veces que nos caigamos, etc … y que tenemos que hacerlo con la mejor de las sonrisas, tomando nuestras decisiones y escuchando la opinión de los demás, me ha demostrado que el interés puede dejarse a un lado cuando tratamos con las personas.
He trabajado duro estos 4 días con él y eso me ha servido
para conocerle como persona, y si dispusiera de una máquina del tiempo volvería
atrás para vivir esos días nuevamente siempre que a mi mente volviera la idea
de que las personas buenas se extinguieron de nuestro mundo.
Gracias Moto, tu amigo por siempre …
Luisod.
Pdta: Gracias también a todos los que nos apoyasteis y ayudasteis, pues sin vuestra ayuda nada hubiera sido igual. Mil gracias.